A Julia de Burgos
Ella quiso ser como los hombres quisieron que ella fuera: un intento de vida, un juego al escondite con su ser. Pero ella estaba hecha de presentes y sus pies planos sobre la tierra promisora no resistían caminar hacia atrás, y seguían adelante, adelante, burlando las cenizas para alcanzar el beso de los senderos nuevos.
Ella, Julia de Burgos, nació en Carolina, Puerto Rico, el 17 de febrero de 1914. Fue una gran poeta, educadora, feminista, partidaria de la independencia de la isla, periodista de los periódicos Pueblos Hispanos y Semanario Hispano de Nueva York; una mujer adelantada a su época.
Ganó el Premio de Periodismo del Instituto de Literatura por su editorial: Ser o no ser es la divisa, publicado en el Semanario Hispano de Nueva York.
Su obra consiste de tres colecciones de poemas a través de los cuales presenta el feminismo, una vida ajetreada y el amor en sus múltiples vertientes. Estimuló también la liberación femenina porque sus letras iban en contra de la norma de la sociedad y de los convencionalismos de la época.
Las letras de Julia se dieron en un escenario de batalla, en un contexto complejo, por el furor anticomunista, la prohibición del nacionalismo y el desarrollo de sistemas de vigilancia así como experimentos médicos a los que sometieron a miles de personas.
La vigilancia del estado se consigna en las 92 páginas del expediente que el FBI fue acumulando sobre Julia desde el 1944 hasta el 1955, dos años después de su muerte en julio de 1953, a la edad de 39 años. Una muerte muy temprana, demasiado temprana. Ella fue perseguida; su obra, rastreada y parcialmente traducida al inglés como parte de esa vigilancia.
Por otro lado, investigadores e investigadoras han señalado que Julia participó de un programa médico experimental durante los años que estuvo recluida para tratar la cirrosis que padecía a causa del alcoholismo. La información presentada pone en tela de juicio la versión popular y morbosa de que Julia murió «borracha y loca» en una calle de Nueva York.
Estas investigaciones apuntan a que Julia pudo haber sido expulsada del hospital, enferma y sin dinero, luego de haber sido usada como campo de experimentación médica y científica.
Ella quiso ser como los hombres quisieron que ella fuese: un intento de vida, un juego al escondite con su ser.
Pero ella estaba hecha de presentes; cuando los heraldos la anunciaban en el regio desfile de los troncos viejos, se le torció el deseo de seguir a los hombres, y el homenaje -el burdo, el machista, el de grave señora señorona, el de dama casera, resignada, sumisa, atada a los prejuicios de los hombres, ese homenaje– se quedó esperándola.
*Obdulia Báez Félix colaboró en esta nota.
Foto de Julia de Burgos: The New York Times
¡Excelente!
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