Es mediodía y conversaré con el librero y escritor puertorriqueño Luis Negrón. Quien conoce de literatura, sabe que hablar de él es referirnos a las grandes ligas.
Lleva treinta años como librero en establecimientos icónicos como The Book Store, Papyrus, Librería del Instituto de Cultura Puertorriqueña, Librería Mágica, Libros AC y ahora, desde diciembre de 2018, es propietario de Librería La Esquinita, ubicada en Santurce Pop.
También es el autor del libro de cuentos Mundo cruel (2010), una obra de ficción gay que sospecho la más exitosa, en crítica y ventas, de pluma boricua en los últimos diez años.
Llego a Librería La Esquinita y Luis me saluda: ¿Cómo estás, mi niño? Voy contigo rapidito. Me causa gracia, pero sus formas trascienden los significados de las palabras y me hablan de una apertura tierna hacia su entorno.
En unos minutos, trae su almuerzo y se sienta a mi lado para conversar.
Luis, ¿te interesó la lectura desde pequeño?
Yo me crié en un campo en Arroyo. Vengo de una familia de la clase obrera, personas con poquito vocabulario, pero mi mamá y mi papá leían mucho. Mi mamá leía fotonovelas y mi papá leía novelitas de vaqueros. Era común verlos leyendo. En ese tiempo, me gustaba leer un libro sobre las historias bíblicas de los Testigos de Jehová. Me encantaban esas imágenes tan dramáticas. También me gustaban Condorito, La pequeña Lulú, Archie, Sal y Pimienta y el periódico del domingo, que era como leer muchos libros. Yo leía de cosas, de libros, de películas y de obras de teatro que no podía ver.
¿Fueron los libros una puerta al mundo que estaba fuera de tu alcance?
Sí, porque lo primero que hace la lectura es organizar mi forma de verme y de vernos. Cuando tú lees, aceptas unas reglas de mirar, de entender, de reflexionar y de pausar; miras diferente y, hasta cierta forma, tú estás narrando lo que miras. Leer compromete la forma en que tú te narras.
Me parece curiosa la proximidad de la respuesta con el nombre de este blog. Pienso que, al final, no somos tan distantes. Él creció en el campo de Arroyo; yo, en el campo de Cayey. Ambos nos mudamos a San Juan para estudiar y ambos estudiamos Periodismo en la Universidad del Sagrado Corazón. Gracias a estar narrándonos hoy, nos damos cuenta de estas coincidencias.
Le debo mucho a la carrera periodística, especialmente el pensamiento crítico. ¿Cómo la ves tú?
Desafortunadamente, hay mucha gente farandulera metida ahí… Yo tengo mis ideas románticas sobre el periodismo. Me encanta, aunque nunca lo ejercí. No me llamaba la atención trabajar en un periódico ni la redacción de noticias. Me gusta más la crónica o el reportaje especial. Pero cuando los muchachos a veces me preguntan si deben estudiar Literatura Comparada o Literatura Hispanoamericana, yo les digo que estudien Periodismo, porque te mata el ego en los talleres de escritura, y eso es muy importante. Me siento afortunado de haber estudiado esa carrera.
Reflexiono en que yo también me siento afortunado. No imagino haber estudiado otra carrera universitaria. No imagino otro Richard sin una formación periodística. Luis interrumpe mi pensamiento y agrega que le caen bien los periodistas y los libreros. Luego, me dice que se siente más librero que escritor, más librero que otra cosa, más esquina que centro.
¿Qué encuentras en hablar sobre los libros y conducir el proceso de venta?
Mucha honestidad. Yo no hablo de libros que no haya leído. La idea es que, en esa conversación, tú le reproduzcas al cliente la experiencia que va a tener. El libro es silencioso, y ese relato que tú le haces es la primera activación del apetito. También sirve para desmitificar; por ejemplo, que leer es difícil.
Luis tiene razón. Nos bordea la noción de que leer es complicado y hasta aburrido. Crecemos oyendo eso. ¿Cuánta gente habrá huyéndoles a los libros gracias a esas mentiras? Nos ahogan los embustes. Nos orillan los efectos carcelarios de asumir como verdades los disparates que muchos han repetido. La gente vive presa.
Luego de tres décadas siendo librero, ¿cómo describes la situación del libro actualmente en Puerto Rico?
El libro está pasándola difícil porque nunca es un producto de primera necesidad. Está cabrón que si tú no tienes chavos, gastes $15 o $20 en un libro. Yo sé que las dificultades que estoy teniendo para vender no tienen nada que ver con que la gente no desee leer; es que la gente no tiene dinero. Hay pocas razones para comprar un libro y mil para dejarlo ahí.
¿Y la industria?
Las grandes editoriales también se han visto en problemas. En Puerto Rico, a esas editoriales sólidas como Editorial de la Universidad de Puerto Rico, Editorial del Instituto de Cultura Puertorriqueña, Editoral Cultural, Ediciones Callejón y Ediciones Huracán se les ha hecho cada vez más difícil producir un libro.
Antes había más librerías porque los estudiantes tenían que comprar los libros. Ahora no quieren o no se les exige. También hay cursos que asignan solo dos libros al año. Entonces, cuando sucumbió el mundo del libro de texto, muchas librerías perdieron el apoyo.
Por otro lado, mientras estuvo Borders en Puerto Rico, se le quitó el mote de intelectualidad a los libros. Todos comenzaron a ir y mucha gente se sentía cool. Esa generación sí les compró libros a sus hijos.
Después de Borders, ¿se sigue leyendo?
En Puerto Rico se lee más que nunca. Ahora se está produciendo mucha poesía y mucho cuento, mucho libro pequeño, mucha lectura en las redes sociales; por el ritmo de vida. Este es un país poco práctico para la lectura. Aquí murió el ocio; tenemos que estar de un sitio a otro. Aquí hace calor y la gente habla mucho. Aquí hay más interrupciones. La actividad económica y los horarios de trabajo son más impredecibles. Hay una dinámica diferente a los países nórdicos o a Estados Unidos.
Pienso en Nueva York y en el subway. Pienso en bibliotecas frías en países lejanos. Pienso en gente leyendo en lindos jardines. Puerto Rico carece de esos espacios que permiten que uno se escape para leer. Hay mucho ruido en nuestro país. Muchas esquinas a las que llega el eco de ese ruido. Quiero escapar. Luis se levanta para atender a un cliente que llega saludando en inglés. Vuelvo a Nueva York. Luis regresa y se disculpa.
¿Cómo evalúas la producción literaria puertorriqueña actual en comparación con la que has visto en los pasados años?
Ahora hay quienes escriben y quieren ser cineastas, y son actores, y son fotógrafos. O sea, gente con multitalentos… y eso está bien. Creo que la poesía sigue siendo nuestro género más logrado. Eso sí, más gente se está atreviendo a publicar. Ya no hay que ser el nerd de espejuelitos.
¿Ha quebrado este cambio, de alguna forma, el elitismo?
Fíjate, yo creo en las élites de calidad. No tengo problema en mirar a un cuarto de poetas y decir ‘estos son los buenos’. ¿Quién lo establece? No sé, pero usualmente tiene que haber cierto tipo de consenso. Sin embargo, cuando era muy difícil publicar, se publicó a mucha gente por favores, gente sin méritos, porque no había rigor.
Me gusta ver gente que ya no está enfrentándose a los mecanismos usuales de la literatura, que muchas veces tenían que ver con todo menos con talento. Me gusta ver esa democratización y que no haya que ser de Hispánicos para estar aquí en una librería.
Dentro de esa democratización, ¿cuáles son tus filtros para decir que un texto es buena literatura?
Se mide por las ambiciones que tiene, por las preguntas que hace, por lo que aspira a narrar. Cuán grande es esa metáfora humana que tiene que tener todo texto. Si se puede leer con facilidad. La pertinencia. Los libros a veces se convierten en éxitos porque eran necesarios en ese momento, y tal vez en otra época hubiesen pasado por desapercibidos. Es una mezcla de oficio y ambición.
Si hablamos de tu quehacer literario, ¿por qué esperaste tanto para publicar? ¿Entendías que no eran necesarias tus letras?
Yo era papá, y vengo a publicar el año en que mi hija se independiza. Mi proyecto de vida era criar a Adriana. Tampoco había sentido la necesidad de publicar. Sentía que ya había demasiados libros.
Luis me explica que primero publicó Los otros cuerpos (2007) —una antología queer dedicada al escritor Manuel Ramos Otero, que compiló junto con David Caleb Acevedo y Moisés Agosto Rosario— , luego Mundo cruel (2010) —que tiene trece ediciones y tres traducciones—, Los tres golpes (2016) y El jardín (2016) —un musical basado en uno de los cuentos de Mundo cruel.
Los otros cuerpos lo hizo ganar el reconocimiento de algunos, quienes luego lo motivaron a publicar su primer libro en solitario.

¿A qué debe Mundo cruel su gran éxito?
Fue un libro con el que la gente no se sintió amenazada, ni señalada, ni amedrentada. Tiene entusiasmo, picardía, travesura y humor. Tiene personajes que en otros libros hubiesen sido trágicos porque la monstruosidad a veces es tentadora. Hay algo para todo el mundo ahí. También es un libro fácil de leer.
Yo nunca escribí Mundo cruel explicándoselo a los heterosexuales. No hay presentación ni advertencias. Ahí la gente no disimula. Ahí la gente ya era maricona. Yo no quería pedir permiso.
¿Por qué decidiste referirte a los homosexuales utilizando algunas palabras o algunos términos con los que ciertas personas podrían ofenderse?
La literatura no es un taller de autoayuda ni un salón de clases. La literatura es un espacio minado. El que vaya a un libro buscando un espacio seguro, se jodió. ¿Dónde está la gente que sabe defenderse, o meter un puño, o decir ‘seré loca, pero que se joda’? Yo soy de esa época. Yo digo maricón, yo digo loca… A mí eso no me molesta. Lo que me molesta es que lleguen a conclusiones estúpidas como llamarme homofóbico, aunque lo fuera, porque nadie ha vivido ni la mitad de lo que he sufrido yo por maricón. En cuestión de las palabras, pienso que tiene que ver más con las intenciones.
Mundo cruel ha sido un libro muy leído, pero también muy criticado. ¿Qué crees que ha motivado esas críticas?
Una de las críticas más fuertes que recibió Mundo cruel fue de un hombre gay. Me dijo que en el libro todo el mundo era cafre y tétrico. Yo le dije que este no es un libro gay, que este es un libro de maricones.
Una loca no es el enemigo de los homosexuales, y muchos homosexuales odian más a la loca que al homofóbico. Hay mucha gente que defiende más a Rivera Schatz que a una loca cafre que esté caminando por ahí. Porque los seres humanos odiamos lo que es más fácil odiar. Por eso el odio se puede combatir; porque tú odias lo que te das permiso de odiar.
Siento una bofetada. Percibo la indignación de Luis. La hipocresía social. La doble moral. La falsa solidaridad. Me viene a la mente el retrato de grupos oprimidos acabándose entre ellos.
Luis saluda hacia afuera del local con la mano derecha. Me volteo, pero no logro ver a quién le dijo adiós. Me explica que tiene muchos novios a través de los cristales y que saludó a uno de ellos. Nos reímos.
Hay colegas boricuas escribiendo literatura queer y abordando una temática diversa, ¿qué opinas de su producción?
Me parece chévere porque veo que la gente sigue entrando con la misma honestidad. Me preocupa que alguna gente está buscando cosas donde no las hay y complicando el camino. No quiero sonar como un troglodita, pero pienso que a veces nos hemos ido muy radicales, y eso termina excluyendo a los demás. Sin embargo, pienso que un libro no tiene nada que ver con el autor. Yo tengo aquí libros de gente que es hija de puta, y los vendo.
Yo viví en una época en que te mataban por salir del clóset y hay gente que dice que yo estaba en el clóset por cobarde porque ellos salieron desde que eran chiquitos. Eso me frustra a veces, pero no tanto. Si la homofobia no me quita el sueño, no lo van a hacer tres queer con bachillerato. Eso no es necesario ni mejora el mundo.
Entonces, ¿qué te quita el sueño?
Muy pocas cosas. Estas no.
#CURIOSEANDO
- Libro favorito: El beso de la mujer araña (Manuel Puig)
- Algo que te ofende: la deshonestidad
- Una canción que te pone triste: Moon River (Audrey Hepburn)
- Algo que no te gusta: Que traten de definirme
#COMPLETA
- Recomiendas leer… Antología del olvido (Eugenio Ballou).
- Algo que te gustaría para tu país es… la honestidad.
- El amor consiste en… ser una buena persona.
- Eres feliz cuando… no joden conmigo.
Luis termina de almorzar. Saborea el último pedazo de pescado. Me cuenta que acaba de escribir una novela, pero prefiere no adelantar detalles. Caminamos hasta la zona de los libros y se acercan varios clientes.
De repente, algo me parece curioso: Luis toca los libros como si fuesen de cristal, como si estuviesen hechos de algún material delicado… Les tiene cariño.
Minutos después, me invita a tomarnos un café en un local cercano. Debo irme. Rechazo. Le agradezco por atenderme. Cuídate, mi niño, me dice.

Me voy seguro de una cosa: dentro del dulce proceder de Luis, hay también una honestidad tajante que lo caracteriza. Creo que esa es la razón por la que es querido por muchos y detestado por unos cuantos.
Nos queda la deuda de un café en alguna esquina.
*Nota aclaratoria: Las expresiones de entrevistados y colaboradores no representan necesariamente el sentir de Narrándonos.com ni de su mantenedor.
Muy buena la entrevista.
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¡Gracias por leernos, Ydalia!
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