«Monstruosidades cotidianas», de Rebecca Morales

A menudo nos asaltan los espejos; la literatura es uno de ellos.

Tan es así que Rebecca Morales —poeta, narradora, declamadora y artesana puertorriqueña— utiliza el poder de la escritura creativa para removernos los disfraces lindos y enfrentarnos a la monstruosidad que existe en nuestra condición de seres humanos.

Esa parte tenebrosa, ese lado visceral, ese catálogo de demonios que nos habita en el diario vivir, se nos revela a través de un libro de microficción titulado Monstruosidades cotidianas (Lamaruca, 2018) y dividido en dos partes: Nimiedades y Bagatelas.

He aquí 5 razones por las cuales me gustó este libro tan monstruoso:

1. Es una propuesta arriesgada

En esta primera obra de Rebecca Morales, el riesgo viene por partida doble.

Primero, por la temática principal que aborda: la denuncia social, la religión, el sentido común, la sexualidad, la insatisfacción, la enfermedad y el tiempo.

Segundo, por elegir el microcuento como vehículo, pues requiere un trabajo minucioso, de colocar cada palabra y cada signo de puntuación en su debido lugar para que la construcción no se desmorone.

Hay arquitectura en el quehacer. En esta hazaña, suele ser difícil decir mucho con poco.

2. La sencillez

La escritora brinda una sencillez pensada, una sencillez inteligente, una sencillez cuidada dentro de la complejidad que representa ser un monstruo humano. Y no se puede ir por ahí confundiendo sencillez con carencia de profundidad.

Hay que mirar más allá de la nariz, más allá del cuerpo del nanorrelato; fijarse en la estructura diversa, en las emociones que suben y bajan, en la técnica narrativa, en la narración y los diálogos, en la presentación de los personajes y en el manejo de la atmósfera que varía como la vida misma.

El monstruo en el espejo cambia de aspecto; a veces no es tan feo si nos sonríe.

3. El lector es pieza clave

Algo que me gusta encontrar en los libros es participación. No me gusta que todo esté escrito. En esta obra, el lector se enfrenta al reto de burlar los falsos fondos, de detenerse para reinterpretar, de salpicar sentimientos propios sobre el texto para validarse tan monstruoso como los personajes.

También, quien lee debe apropiarse, agregar sus formas de ver el universo, ampliar significados, superar el aparente chiste e intervenir en los desenlaces de estas historias contadas en primera y tercera persona.

4. Las transferencias múltiples

Esta obra literaria permite la conexión de los planos y nociones de transferencias: escritora-monstruo, lector-escritora, monstruo-lector y lector-monstruo. La autora se devela monstruosa al ser el filtro de la creación y el lector se descubre engendro a través de las letras.

El libro posibilita ganar una conciencia de igualdad con los personajes: la garantía de haberse valido de sentimientos y emociones horribles en algún momento, como todo el mundo. Es ese juego lo que potencia las dimensiones de este texto.

5. Las preguntas sobre el tintero

Al final, el espejo siempre delata. No hay forma de escapar. Tal vez somos la mujer que nace rota o quien da a luz gente defectuosa; quizá somos quien resbala y cae o quien moja el piso para dañar a otros; a lo mejor somos quien desea que su hijo esté muerto o quien muere succionando órganos sexuales.

Puede ser que seamos quien ríe ante la tragedia o quien salta desde un quinto piso para besarse con la brea. A lo mejor somos de aquellos que nos llevamos la mano a la entrepierna para alcanzar el deleite o de los que deseamos que alguien nos mate de placer en la cama. O quién sabe qué monstruosidades particulares nos arman.

¿Qué tipo de criaturas se asoman en el reflejo? ¿Cuán lindas, cuán feas, de qué tamaño, son esas aberraciones? ¿Con qué ojos las miramos?

¿Cómo, en conclusión, el libro Monstruosidades cotidianas es capaz de despertarnos tantas preguntas?

A menudo, el tamaño no es equivalente a la calidad. Y estos microrrelatos lo confirman. «Hay obras pequeñas que son monumentales», dijo, alguna vez, un monstruo.

Rebecca Morales

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